martes, 8 de abril de 2014










¿Es físico el patrimonio?
Acercamiento al polifacetismo y la pluridisciplinariedad
de la cuestión patrimonial en el debate contemporáneo

Dr. Norbert-Bertrand Barbe

1. Introducción: el patrimonio y sus dos rasgos, tangible e intangible
            Es un hecho innegable que el patrimonio, como lo declara la UNESCO desde la Convención de 2003, tiene dos formas de existencias: tangible e intangible, este último, en palabras de Lybdek V. Prott, jurista y Jefe de la Sección de Normas Internacionales en la División de Patrimonio Cultural de la UNESCO, en el documento de "Normas internacionales sobre el Patrimonio Cultural", "que constituye el patrimonio intelectual: es decir, las creaciones de la mente, como la literatura, las teorías científicas y filosóficas, la religión, los ritos y la música, así como los patrones de comportamiento que se expresan en las técnicas, la historial oral, la música y la danza".
            Sin embargo, más aún en el caso de la arquitectura, del cuál tenemos dos ejemplos en el caso de Nicaragua considerados como Patrimonio de la Humanidad (León Viejo y la Catedral de León), no es tan evidente el hecho de que, de repente, este patrimonio, aparentemente, al análisis tan inmediatamente tangible, material, parta de o integra valores inmateriales.
            Más allá de un simple juego intelectual, es importante, a nuestro parecer, expresar esta íntima dualidad del material y de lo tangible en cuanto problema patrimonial ya que implicará posicionamientos, como veremos, acerca del cuidado, la conservación y la restauración de dicho patrimonio.

2. Concebir el patrimonio es pensar un objeto y darle valor
2.a. En los procesos de destrucción
            El definir, por ende describir y pensar lo patrimonial no es sino un posicionamiento ideológico ante lo construido.
            A tal punto que depende del nivel de conciencia que se le otorga, y de la importancia que se reconoce al objeto que se quiere resaltar o proteger.
            Este valor altamente simbólico se evidencia, por ejemplo, en la destrucción en 2001 por los Talibanes de varias obras pre-islámicas en los museos afganes, y, finalmente, las tres estatuas de Buda de Bāmiyān en el centro del país. Así, las destrucciones, similares a las que muchas revoluciones han hecho, como las francesas o rusas respecto de los castillos y bienes patrimoniales del Antiguo Régimen, revelan que los objetos destruidos lo son por un doble motivo: primero porque representan una herencia con la que se quiere desligar, segundo porque representan o contienen un peso simbólico referido muy importante, sea al lujo, al poder, o a las creencias a los que los nuevos póderes en via de desarrollo se oponen.

2.b. En los procesos de conservación y restauración
            La misma opinión puede darse respecto del patrimonio conservado.
            El máximo ejemplo de aquello sería Viollet-le-Duc, pionero de la restauración, en particular dedicado al período bajo-medieval, quien, por su deseo de recrear enteramente los programas iconográficos de los vitrales góticos, decidió, muchas veces, inventar las partes que faltaban, con el afán de reintroducir una secuencia completa, sin darse cuenta que, al intuir las partes que habían desaparecidas, no preservaba la herencia sino que la reescribía.
            Los distintos procesos de protección y restauración tienen este inconveniente, no siempre visible desde el origen.
            Así, tenemos el ejemplo de los ácidos utilizados hasta hace poco para quitar los nitratos de la piedra y las pinturas murales, que revelaron ser más dañinos porque corroían los materiales que se suponía debían componer y recuperar. De lo mismo, es un caso muy conocido el de la Sixtina, cuyos frescos, por efecto del tiempo, y las aplicaciones sucesivas de pinturas encima del original a lo largo de los períodos históricos, habían ennegrecido, haciendo pensar a los historiadores del arte que Miguel Ángel era, como lo decían, un maestro de un manierismo oscurista, cuando, una vez terminada la última restauración  (1980-1994), parece ser que la obra era más bien luminosa en su conjunto.
            Sin embargo, ahí también, se oponen dos versiones: por un lado los que, como James Beck de ArtWatch International (en particular en su libro en colaboracion con Michael Daley, Art Restoration, the Culture, the Business and the Scandal, W.W. Norton, 1995), piensan que el artista uso el hollín par enfatizar las sombras, y los restauradores que pensaron que el aparente uso de hollín en la pintura provendrían más bien de la cercanía involutaria de las velas encendidas que crearon una capa de grasa durante el proceso pictórico de la Capilla.

3. El patrimonio como ideología
3.a. En la elección de la muestra y su representación por la sociedad
            Esta subjetividad del pensamiento - o, como dijimos, posicionamiento - acerca de lo patrimonial para identficarlo y reivindicarlo se hace más visible en las ideologías colectivas asociadas con éste.
            Lo vemos claramente en Nicaragua, donde, como lo hicieron notar arquitectos de nuestra misma Facultad como Nelson Brown Barquero, y como también lo estudiamos en nuestro artículo del Nuevo Amanecer Cultural sobre "Arquitectura nicaragüense" (El Nuevo Diario, 17/1/2007, p. 10), se reivindica, a semejanza de otros países latinoamericanos, un barroco que difícilmente tenemos, considerándolo como muy patrimonial, cuando en realidad, a lo sumo se trata de un neo-barroco decimonónico, mientras se desconoce por completo el gran patrimonio todavía presente, en varias ciudades del Pacífico como la Vieja Managua, León y Jinotepe, de un amplio mostrario de arquitecturas art déco tardío. Debate que, de por sí, trascendió en la Maestría Centroamericana de Patrimonio.

3.b. En la simbología que la sociedad quiere atribuir a ciertas formas arquitectónicas: el ejemplo nicaragüense del rancho como modelo arquetípico de la arquitectura nacional según la teoría arquitectónica nacional a partir de los años 1980
            Este mismo debate puede trasladarse a la realidad del concepto de arquitectura patrimonial en general, con el paradigmático caso del rancho nicaragüense.

            Hay mucho que oponer a la ideología del rancho como modelo per se de la arquitectura nacional, sin negar, al mismo tiempo que se reproduce en la arquitectura tradicional como un objeto recurrente.

3.b.a. El rancho no es un objeto patrimonial en sí porque carece de permanencia en el tiempo
            Si bien el carácter natural, a la vez que primogénito y socialmente identificador de clases (rurales y pobres), del rancho le permitió volverse en la teoría arquitectónica nacional, a partir de los años 1980, también bajo el impulso cubano paralelo, no es, en su esencia, patrimonial ni siquiera se puede conservar, ya que es una expresión efímera de construcción en un período dado. Puede tener cierto valor arqueológico, sin más.
            Sin embargo, se ha desarrollado todo un discurso alrededor de él como fuente de la llamada arquitectura genuina del pueblo, concepto ambiguo en el sentido de que si bien las construcciones, más aún antiguas, no fueron hechas siempre por arquitectos, es una convención relativamente aceptada que para que pase de simple construcción a obra arquitectónica un edificio tiene que haber sido ideado con un estilo, lo más comúnmente por un arquitecto, aunque no siempre sea el caso (como por ejemplo en el Palacio del Facteur Cheval); por otra lado, a nivel histórico es muy notable que, en la mayoría de los casos, sólo las obras encargadas por nobles, ricos burgueses, instituciones, religiosas o civiles, y Estados son las que pasaron a la posteridad, por la doble razón de su valor estético, y de su perenidad en cuanto a materiales.
            Los ejemplos mesoamericano y nicaragüense son paradigmáticos de ello: no sólo Nicaragua no posee, contrariamente a sus vecinos, sitios arqueológicos de grandes (ni pequeños) conjuntos arquitectónicos como Tikal en Guatemala o Copán en Honduras, sino que dichos conjuntos han sobrevividos porque sus materiales y técnicas de construcción eran mucho más perennes que los empleados para la vivienda popular. Hoy en día sigue ocurriendo así. Las haciendas o los edificios de los más ricos son los que pueden pretender ser vistos y disfrutados por turistas y pasar a la posteridad, como muestran bien los programas televisivos como Haciendas de México, y su efímera y más escasa versión nacional Haciendas de Nicaragua. Por otro lado, y de lo mismo, la Vieja y la Nueva Catedral de Managua, la Concha Acústica, la rotonda de Alexis Argüello, etc., son, a nivel nacional, megaproyectos con los que no pueden competir las casas del pueblo, de rasgos muy esenciales, y utilidad y vida en el tiempo limitados, por sus mismos materiales, diseño y organización urbana. Los megaproyectos contemplan asimismo espacios mucho más amplios, como el Parque Luis Alfonso Velázquez Flores, el de La Paz, o el de la Loma de Tiscapa, con sus respectivos monumentos (a Pedro Joaquín Chamorro, a la Paz y a Sandino), la nueva rotonda dedicada a Hugo Chávez rodeada sobre una gran longitud de árboles gigantescos de hierro, son tantas demostraciones, a nivel nacional y capitalino, del poder administrativo de cualquier gobierno o institución versus la mayoría de los individuos en la sociedad. Es, por consiguiente, lógico que dichos monumentos, de mayor extensión, de mejores materiales, tiendan a dilatar más.
            Por ejemplo, tenemos todavía hoy rasgos mucho más completos de los palacios sumerios y micénicos que de las viviendas populares. La misma domus romana se conserva, cuando no la choza primitiva del campesino antiguo.

3.b.b. El rancho como paradigma arquitectónico y social reproduce el discurso dominante y eurocéntrico
            Otra objección que se debe hacer a la asunción del rancho como símbolo constructivo nacional es que, paradójicamente, más que revelar una hechura propiamente nicaragüense, ya que todas las sociedades primitivas conocen la forma básica de la choza primitiva vitruviana, el rancho en su ideología asociada reproduce la dicotomía entre lo civilizado y lo natural de la filosofía dieciochesca, como lo recuerdan Isabelle Hyman y Marvin Trachtenberg, en su libro Arquitectura - De la prehistoria a la postmodernidad (Madrid, AKAL, 1986, 1990, "El mundo moderno", pp. 500-501):

"En el clima intenso de racionalismo del siglo XVIII, se intensificó el idealismo estructural grecogótico de Perrault. El climax de lo que era un movimiento, más que una tendencia oculta, vino alrededor de mediados de siglo en las formas complementarias de proyectos y publicaciones arquitectónicas. El teórico más influyente fue el Abad Marc-Antoine Laugier, cuyo manifiesto radical de racionalismo estructural, "Essai sur l'architectura", apareció en 1753. Laugier fue mucho más lejos que Perrault en su búsqueda de las fuentes relacionadas con la arquitectura. Su modelo final no fue ni el marco gótico ni los órdenes griegos; derivaba de una idea histórica inventada por Vitrubio: la idea de la primera arquitectura como una choza primitiva, una estructura adintelada rudimentaria de no más de cuatro árboles, sirviendo como elementos verticales, que sostienen una superestructura abierta de dinteles y un techo inclinado de troncos y ramas. Lo que Vitrubio y sus sucesores renacentistas habían visto como principios embriónicos de la arquitectura, Laugier lo puso ahora como un ideal absoluto. Su imagen de la choza primitiva era tan compulsiva como la "tabula rasa" de Locke o el salvaje noble de Rousseau.
Hubo otro escritor que fue incluso más lejos. El fraile veneciano Carlo Lodoli prescindió totalmente de los modelos "históricos", alegando que la arquitectura debería derivar completamente de la naturaleza de sus materiales y de las leyes de lo estático. Para él, toda la arquitectura del Renacimiento y de Roma era falsa, ya que estaba basada en los "deshonestos" órdenes griegos, que habían empleado erróneamente en piedra las formas desarrolladas originalmente para la construcción en madera. La única arquitectura de mampostería fiel a la naturaleza de sus materiales, mantenía Lodoli, era la de Egipto - y la de Stonehenge."

3.b.c. El rancho no es un modelo propio
            Lo evocamos, el otro punto de desaveniencia en volver el rancho como modelo propio es que, precisamente, es sin duda el primer modelo de arquitectura internacional genuina.
            Lo expresa muy bien Juan A. Calatrava Escobar en su artículo "Arquitectura y naturaleza. El mito de la cabaña primitiva en la teoría arquitectónica de la Ilustración" (Gazeta de Antropología, 1991, 8,)

"Y es precisamente en Vitruvio donde encontrará apoyatura teórica la tesis que nos ocupará en el presente texto: la hipótesis de una «cabaña primitiva» en la que se encontrarían plasmadas las «reglas naturales» de la arquitectura, auténtico edificio primigenio que vendría a demostrar (en opinión de sus valedores) la íntima conexión entre la Arquitectura y la Naturaleza, entendiendo que la primera no podía sino seguir las reglas marcadas por la segunda. Por supuesto, la idea del «edificio primigenio» tampoco es original ni privativa de Vitruvio, sino que, como muy bien ha demostrado Rykwert, se encuentra presente de modo ancestral en la mayor parte de las culturas históricas. Del mismo modo, un análisis profundo de la teoría vitruviana nos revela que el argumento antropomórfico (los órdenes como expresión de las proporciones del cuerpo humano) es en ella mucho más esencial que la comparación columnas-árboles. Este es un hecho que ha sido destacado, por ejemplo, por Wolfgang Hermann cuando afirma que existe una auténtica operación de transformación de la teoría vitruviana por parte de la tratadística clasicista y aclara, entre otras cosas, que «en ningún momento Vitruvio llama a la cabaña el 'modelo para la edificación' como dice Kaufmann». Todo ello no obsta, sin embargo, para que fuese el relato vitruviano, en el contexto de la defensa de una idea la arquitectura entendida como arte de la imitación, el que constituyese la base de los teóricos que entre el siglo XV y el XVIII se declararon partidarios de la operatividad de este mito. Del mismo modo que no se puede desconocer el hecho de que el eclipse del vitruvianismo en el marco de un cuestionamiento general de la validez del legado grecorromano y las críticas a la teoría de la cabaña coincidan en el momento de la revisión crítica de los principios de la arquitectura en la segunda mitad del siglo XVIII.
La mítica historia de la invención de esta cabaña primitiva, tal y como sería asumida por toda la tradición de la tratadística arquitectónica occidental a partir del Renacimiento, aparece relatada, en efecto, en el capítulo primero del Libro II del De Architectura de Vitruvio. Plantea allí el ingeniero romano, como punto de partida para el origen de la sociedad humana y de los progresos con ella asociados, tales como el lenguaje y la propia arquitectura, la hipótesis de un incendio primero que haría a los hombres conocer, al mismo tiempo que el miedo ante la fuerza de la naturaleza, las ventajas del fuego, convertido así en un auténtico motor social:
«Por tanto, con ocasión del fuego surgieron entre los hombres las reuniones, las asambleas y la vida en común, que cada vez se fueron viendo más concurridas en un mismo lugar; y como, a diferencia de los demás animales, los hombres han recibido de la Naturaleza primeramente el privilegio de andar erguidos y no inclinados hacia la tierra; y secundariamente la aptitud de hacer con gran facilidad con sus manos y los órganos de su cuerpo todo cuanto se proponen, comenzaron unos a procurarse techados utilizando ramas y otros a cavar grutas bajo los montes, y algunos a hacer, imitando los nidos de las golondrinas con barro y ramas, recintos donde poder guarecerse. Luego, otros, observando los techos de sus vecinos y añadiéndoles ideas nuevas, fueron de día en día mejorando los tipos de sus chozas. Y como los hombres son por naturaleza imitadores y dóciles, haciendo alarde cada día de sus nuevas invenciones, se mostraban unos a otros las mejoras de sus edificaciones, y ejercitando así su ingenio fueron de grado en grado mejorando sus gustos. Al principio plantaron horcones, y entrelazándolos con ramas levantaron paredes que cubrieron con barro; otros edificaron, con terrones y céspedes secos, sobre los que colocaron maderos cruzados, cubriendo todo ello con cañas y ramas secas para resguardarse de las lluvias y del calor; pero para que semejantes techumbres pudieran resistir las lluvias invernales, las remataban en punta y las cubrían con barro para que, merced a los techos inclinados, resbalase el agua».
Esta hipótesis es, para Vitruvio, verosímil porque sostiene la confrontación con lo que ocurre en «primitivos» contemporáneos suyos. Así, la noticia de las chozas de Galia, Hispania, Lusitania y Aquitania, y, sobre todo, la descripción minuciosa de las edificaciones de la Cólquida y de Frigia, le permite mantener la verosimilitud de este origen del arte de construir."

4. Las raíces de lo patrimonial
4.a. Lo patrimonial como posicionamiento ideológico
            Por ende, el concepto de patrimonialidad, por así decir, lo vemos, radica menos en hechos significativos que en representaciones sociales acerca de lo que es o debería ser lo patrimonial.
            Por una parte, como lo muestra excelentemente Erwin Panofsky respecto de Vasari y los renacentistas en su oposición ante el anterior gótico denominado por ellos, y hacia esta herencia real con la que tenían sin embargo, a pesar de su rechazo, que lidiar, el pensar el patrimonio, como dijimos, es posicionarse históricamante ante él, aceptándolo o rechazándolo.
            Es así que, por ejemplo, muchos edificios, en particular las iglesias y catedrales románicas y góticas europeas y francesas, se ven rodeados de edificios decimonónicos y hasta de la primera mitad del siglo XX, porque fue tardíamente que Malraux en Francia, como Ministro de Cultura, prohibió la construcción de nuevos edificios dentro de cierto radio de cercanía con los monumentos históricos. Lo que comprueba que, para pensar lo patrimonial, hay primero que concientizarse de su existencia, es decir, de nuevo, posicionarse respecto de él.

4.b. Lo patrimonial y su ausencia de interés institucional en nuestro país
            Por otra parte, la casi total ausencia, si no es con fondos externos, y por ende muy esporádicamente, de los procesos de conservación y restauración en nuestro país, que provocan la pérdida paulatina de todo el material arquitectónico y patrimonial en general (en artes, literatura, música, etc.), por falta de preservación, reproducción, contensión y difusión, muestra que el descuido o la falta de valoración es, como la guerra (lo que se vio en la Segunda Guerra Mundial, cuyos bombardeos por ambos lados provocaron la pérdida, intencionalmente programada, de buena parte de los bienes patrimoniales de cada bando), un posicionamiento, desgraciadamente, posible, y más común de lo que pensamos.
            Posicionarse es también rehuzarse a cuidar.
            De ahí que, insistimos, el mismo valor, o, si se quiere, en términos más filosóficos y morales, la axiología que cada sociedad da o no, es decir, decide otorgar a sus bienes patrimoniales es la que promoverá o no el énfasis en tal tipología o en otra. El caso nacional de los museos, inexistentes, no hay pinacotecas ni museos de escultura, pero sí museos populares, más que todo referidos a los mártires de la guerra contra el somocismo y posterior. El énfasis nuestro, podría decirse, hasta la fecha ha sido, entonces, hacia la memoria directa, el recordatorio, propio también de una sociedad cristiana como lo muestra La Leyenda dorada, del sufrimiento martirológico (se notará que los milagros de estatuas sangrando contemporáneas se han dado más en América Latina) que hacia la recopilación y preservación histórica de objetos. Por eso no hay en Nicaragua mobiliario tradicional rescatada del paso del tiempo.
            También esta debilidad en el aspecto conservacional es la que apuntada Andrés Bello a inicios del siglo XIX (lo que nosotros llamaríamos, reintroducido a nuestra sociedad nicaragüense contemporánea el curioso complejo antológico, en el que se publican cada cuanto antologías pero donde no hay nunca reedición de los grandes clásicos nacionales, menos aún completas), y es también la crítica que hacía el periodista Andrés Oppenheimer en su reciente libro ¡Basta de historias!  La obsesión latinoamericana con el pasado y las 12 claves del futuro (Barcelona, Random House Mondadori, 2011). Es también la crítica que planteaba Mariano Fiallos Gil, siendo Rector, a la ausencia científica del mundo hispánico versus los francófono, germánico, anglosajón e itálico.

4.c. Lo patrimonial como ausencia en Nicaragua
            Por varias razones, pareciera que en nuestro país lo patrimonial se define más como lo pasado ausente que como un contenido-contenedor vivo.
            Así, si en el mundo autores como Apollinaire, García Lorca, Jack London o  F. Scott Fitzgerald, son autores considerados como muy contemporáneos, en Nicaragua Darío y los postmodernistas parecen rescatados de las sombras de un antiguo pasados. Cien años, que no son nada en el mundo, parecen aquí una larga duración.
            Es bien cierto que esta mentalidad de abandono y tabula rasa es muy americana, y propiciada por la influencia norteamericana, que es una sociedad que no le presta demasiado atención a lo construido, viéndolo sólo desde su necesidad inmediata, y otorgándole una vida útil muy limitada en el tiempo.
            Es también cierto que las guerras y desastres naturales que sufrió Nicaragua a lo largo de su historia han predeterminado cierto desapego institucional y social hacia el patrimonio, tanto en sí como en los lugares de conservación que de él se podría tener. Parece que todo es predeterminado a desaparecer.
             El ejemplo máximo de ello es sin duda Leon viejo, que, aunque reconocido como Patrimonio de la Humanidad, no es sino un relativamente amplio trazado urbano, sin edificio visible. Los procesos de conservación son por ende mínimos los que se necesitan para cuidar de estos cimientos y rastros, que no dicen mucho salvo a expertos arqueólogos.

5. Lo patrimonial como espacio pensado superpuesto al espacio real
            El concepto de patrimonial es, entonces, que se deseche, se interese en él, se considere como valioso o no, se destruya por razones ideológicas o religiosas, o se proteja por razones científicas o patrióticas, se distingue del espacio real que es en ello que es la imagen de lo que de él tenemos, ya no el espacio físico en sí.
            Esta dicotomía entre la realidad, básica, innecesaria, y el pensamiento, ideologizado, racionalizado, sobre un objeto que no tiene valor mientras una sociedad no se lo impone (razón por la cuál, por falta de haber definido claramente cuáles son los rasgos y valores patrimoniales nuestros, no hay procesos sistematizados, y a menudo ni empezados, de preservación, conservación y restauración, ni administrativos ni biológicos, de las obras nacionales), es la que provoca la idea del presente trabajo de que lo patrimonial es lo que la sociedad entiende por patrimonio.
            Y su definición misma, como vimos al inicio con la cita del responsable de la UNESCO, vuelve siempre y parte de lo cultural.

5.a. Estético, histórico, urbano
            En primer lugar, hay que distinguir los niveles de lo patrimonial.
            Podemos decir, sin dificultad, que en lo que concierne a lo arquitectónico y lo urbano, se subdivide en tres grupos:
a)      Estéticos: lo que tiene que ver con los estilos y su evolución, siendo o volviéndose patrimonial todo edificio que, o bien, contiene en él características muy propias de un lugar y/o una época, o bien que corta tajantemente con éstos.
b)      Históricos: son los rasgos que, sin tocar a lo estético, tienen que ver con algún evento sobresaliente de la historia nacional o local que albergó el edificio, o el conjunto, o bien con que en algún momento un personaje famoso se alojó en él.
c)      Urbanos: es la importancia que se le da a un lugar por ser sede de alguna institución representativa a nivel urbano (alcaldía, ayuntamiento, hospital, iglesia o catedral,...).
            Estos rasgos no son opuestos ni contradictorios, y pueden a menudo intercruzarse y combinarse.

5.b. Lo ritual
            Parte lo patrimonial, por ejemplo, a nivel urbano, de los rituales y las manifestaciones que lo contienen, como en el caso muy estudiado desde todos los ángulos de las fiestas agostinas de Santo Domingo en Managua, pero también de todas las procesiones religiosas y rituales del país de las celebraciones de Masaya (torovenado, ahuizotes,...) a los Topes caraceños.

5.c. La memoria
            Es también lo que se define no tanto por las características estilísticos del lugar, sino por la memoria que trae en la historia nacional, como San Jacinto o el Castillo de la Inmaculada Concepción, con las gestas respectvas de Andrés Castro y Rafaela Herrera en ellos.

5.d. Estructura y recorrido
            Son las estructuras y recorridos específicos, los trazados urbanos, a los que remiten las obras, desde À la recherche du temps perdu de Proust con su conocido inicio, hasta las novelas African Psycho de Alain Mabanckou (2007), que describe la congoleña capital de Brazzaville, muy similar a la Managua nuestra en su aspecto desconstruido y paupérrimo. Son los escritos y las novelas que describen el ámbito nacional, del Gran Lago de Granada de PAC al Río San Juan de Fernando Silva, de la Managua Salsa City de Franz Galish a Un Sol sobre Managua de Erick Aguirre, o bien los cuentos de los pinoleros de Calero Orozco a los managüenses de Juan Aburto.
            Esta misma expresión mental de lo propio, simbólica, es la que vimos a través de la insistencia ideologizada sobre el rancho.

5.e. Nomenclatura
            Lo patrimonial son también las actitudes sociales hacia éste, además de la apropiación social del territorio que crea, precisamente, lo patrimonial como fenómeno.
            Es decir, mientras los rituales y las representaciones, los eventos históricos y las cualidades estéticas, vuelven patrimoniales los lugares, éstos provocan relaciones con los habitantes, de cercañía, extrañeza, complicidad, etc., que, desde Proust y sus recuerdos de Combray, a Barbara en su reencuentro tardío con los lugares de "Mon Enfance" en la canción de 1974 de mismo nombre, o al recorrido simbólico que nos ofrece Aguirre de la Managua post-terremoto en su novela, sentimentalizan nuestra relación, como personas y como sociedad, con los lugares.
            Estas actividades vivenciales, que, según Marc Augé, oponen los lugares de vida a lo que él llama los no lugares de turismo, y que son las que, para Tschumi en sus Manatthan Transcripts (1981), crean el rostro y provocan o reinciden en el trazado urbano, tienen el peso de todo lo que envolucramos hacia los lugares como espacios de vida, valga la redundancia.
            Así, nuestra primera forma de relacionarnos es nombrando y etiquetando las referencias urbanas, por códigos, de ciudades, departamentos y regiones, lo que no hay en Nicaragua desde la administración postal, numerotando calles y casas, lo que no existe o muy poco (salvo en raras ocasiones como en ciertas casas de las etapas de Bello Horizonte) en la Nueva Managua, o, como se hace a nivel nacional, sustituyendo dichas herramientas por referencias a objetos como árboles o farmacias, locales comerciales, existiendo o que han dejado de existir (como la Vicky).
            En otro lugar, las calles, con nombres de personajes célebres, guiarían el recorrido en la ciuad, a menudo con ayuda de mapas, por lo menos en lo que concierne a las capitales, mientras en nuestra Managua, ésta carece de otro recurso que las delimitaciones del bouche à oreille, que son los puntos cardenales, referidos en realidad al lago como punto focal, y los lugares concretos, o desaparecidos, entonces en todos casos denotados y connotativos, de experiencias y conocimientos visuales del espacio citadino.
            De hecho, la mayoría de los edificios que pudieran ser parte de nuestro patrimonio referido como nación y capital han desaparecido con el terremoto, así como el trazado original de la ciudad, por lo que quedan sólo como recuerdo y un juego estudiantil y docente recurrente en las Facultades de Arquitectura nacionales es el reubicar en mapas y mediante fotos los edificios desaparecidos y los que quedaron en pie después del último terremoto de 1972.

6. Conclusión
            Terminando esta exposición, nos parece haber demostrado que todo posicionamiento sobre lo patrimonial implica una ideología ética, urbana, histórica, es decir, una valoración por parte del sujeto (individual y social o colectivo) que pretende considerar este particular problema.
            Por lo que defender el patrimonio sin entender que es una idea, por ende, que, siendo una reconstrucción cultural superpuesta a las realidades materiales a las cuáles se apoda como patrimoniales, es negarle al patrimonio la suficiente y necesaria seriedad de atención que se merece.
            Más generalmente, no reconocer como punto de partida que el origen de lo patrimonial es ideológico, es desconocer un rasgo fundamental de lo arquitectónico y urbano: que es, a su vez, cultural. Todo edificio, religioso o civil, público e institucional o privado, siempre es la expresión formal mediante la cuál un Estado, un poder, una institución, un grupo, una empresa, una familia o un individuo se representa a sí mismo.
            Por lo que la preservación de dicha representación no puede ser sino histórica, envolucrada con los rasgos y fundamentos ideológicos, culturales, estéticos que la predeterminan.
            No hay cultura, por ende, no hay patrimonio, sin idea, primero, de valores que trascienden el orden meramente constructivo por parte del creador, segundo de aceptación de estos valores como herencia valiosa de sistema de valores reveladores de la mentalidad de un lugar en un momento dado por parte, lo vimos con el ejemplo paradójico de Viollet-le-Duc, de los que pretenden conservar y/o restaurarlo.




























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