¿Es
físico el patrimonio?
Acercamiento
al polifacetismo y la pluridisciplinariedad
de la
cuestión patrimonial en el debate contemporáneo
Dr.
Norbert-Bertrand Barbe
1. Introducción: el patrimonio y
sus dos rasgos, tangible e intangible
Es un hecho innegable que el
patrimonio, como lo declara la UNESCO desde la Convención de 2003, tiene dos
formas de existencias: tangible e intangible, este último, en palabras de Lybdek V. Prott, jurista
y Jefe de la Sección de Normas Internacionales en la División de Patrimonio
Cultural de la UNESCO, en el documento de "Normas internacionales sobre el
Patrimonio Cultural", "que
constituye el patrimonio intelectual: es decir, las creaciones de la mente,
como la literatura, las teorías científicas y filosóficas, la religión, los
ritos y la música, así como los patrones de comportamiento que se expresan en
las técnicas, la historial oral, la música y la danza".
Sin embargo, más aún en el caso de
la arquitectura, del cuál tenemos dos ejemplos en el caso de Nicaragua
considerados como Patrimonio de la Humanidad (León Viejo y la Catedral de
León), no es tan evidente el hecho de que, de repente, este patrimonio,
aparentemente, al análisis tan inmediatamente tangible, material, parta de o
integra valores inmateriales.
Más allá de un simple juego
intelectual, es importante, a nuestro parecer, expresar esta íntima dualidad
del material y de lo tangible en cuanto problema patrimonial ya que implicará
posicionamientos, como veremos, acerca del cuidado, la conservación y la
restauración de dicho patrimonio.
2. Concebir el patrimonio es
pensar un objeto y darle valor
2.a. En los procesos de
destrucción
El definir, por ende describir y
pensar lo patrimonial no es sino un posicionamiento ideológico ante lo
construido.
A tal punto que depende del nivel de
conciencia que se le otorga, y de la importancia que se reconoce al objeto que
se quiere resaltar o proteger.
Este valor altamente simbólico se
evidencia, por ejemplo, en la destrucción en 2001 por los Talibanes de varias
obras pre-islámicas en los museos afganes, y, finalmente, las tres estatuas de
Buda de Bāmiyān en el centro del país. Así, las destrucciones, similares a las
que muchas revoluciones han hecho, como las francesas o rusas respecto de los
castillos y bienes patrimoniales del Antiguo Régimen, revelan que los objetos
destruidos lo son por un doble motivo: primero porque representan una herencia
con la que se quiere desligar, segundo porque representan o contienen un peso
simbólico referido muy importante, sea al lujo, al poder, o a las creencias a
los que los nuevos póderes en via de desarrollo se oponen.
2.b. En los procesos de
conservación y restauración
La misma opinión puede darse
respecto del patrimonio conservado.
El máximo ejemplo de aquello sería
Viollet-le-Duc, pionero de la restauración, en particular dedicado al período
bajo-medieval, quien, por su deseo de recrear enteramente los programas
iconográficos de los vitrales góticos, decidió, muchas veces, inventar las
partes que faltaban, con el afán de reintroducir una secuencia completa, sin
darse cuenta que, al intuir las partes que habían desaparecidas, no preservaba
la herencia sino que la reescribía.
Los distintos procesos de protección
y restauración tienen este inconveniente, no siempre visible desde el origen.
Así, tenemos el ejemplo de los
ácidos utilizados hasta hace poco para quitar los nitratos de la piedra y las
pinturas murales, que revelaron ser más dañinos porque corroían los materiales
que se suponía debían componer y recuperar. De lo mismo, es un caso muy
conocido el de la Sixtina, cuyos frescos, por efecto del tiempo, y las
aplicaciones sucesivas de pinturas encima del original a lo largo de los
períodos históricos, habían ennegrecido, haciendo pensar a los historiadores
del arte que Miguel Ángel era, como lo decían, un maestro de un manierismo
oscurista, cuando, una vez terminada la última restauración (1980-1994), parece ser que la obra era más
bien luminosa en su conjunto.
Sin embargo, ahí también, se oponen
dos versiones: por un lado los que, como James Beck de ArtWatch
International (en particular en su libro en colaboracion con Michael
Daley, Art Restoration, the Culture, the Business and the Scandal,
W.W. Norton, 1995), piensan que el artista uso el hollín par enfatizar las
sombras, y los restauradores que pensaron que el aparente uso de hollín en la
pintura provendrían más bien de la cercanía involutaria de las velas encendidas
que crearon una capa de grasa durante el proceso pictórico de la Capilla.
3. El patrimonio como ideología
3.a. En la elección de la muestra
y su representación por la sociedad
Esta subjetividad del pensamiento -
o, como dijimos, posicionamiento - acerca de lo patrimonial para identficarlo y
reivindicarlo se hace más visible en las ideologías colectivas asociadas con
éste.
Lo vemos claramente en Nicaragua,
donde, como lo hicieron notar arquitectos de nuestra misma Facultad como Nelson
Brown Barquero, y como también lo estudiamos en nuestro artículo del Nuevo Amanecer Cultural sobre "Arquitectura nicaragüense" (El Nuevo Diario, 17/1/2007, p. 10), se reivindica, a semejanza de
otros países latinoamericanos, un barroco que difícilmente tenemos,
considerándolo como muy patrimonial, cuando en realidad, a lo sumo se trata de
un neo-barroco decimonónico, mientras se desconoce por completo el gran
patrimonio todavía presente, en varias ciudades del Pacífico como la Vieja
Managua, León y Jinotepe, de un amplio mostrario de arquitecturas art déco
tardío. Debate que, de por sí, trascendió en la Maestría Centroamericana de
Patrimonio.
3.b. En la simbología que la
sociedad quiere atribuir a ciertas formas arquitectónicas: el ejemplo
nicaragüense del rancho como modelo arquetípico de la arquitectura nacional
según la teoría arquitectónica nacional a partir de los años 1980
Este mismo debate puede trasladarse
a la realidad del concepto de arquitectura patrimonial en general, con el
paradigmático caso del rancho nicaragüense.
Hay mucho que oponer a la ideología
del rancho como modelo per se de la
arquitectura nacional, sin negar, al mismo tiempo que se reproduce en la
arquitectura tradicional como un objeto recurrente.
3.b.a. El rancho no es un objeto
patrimonial en sí porque carece de permanencia en el tiempo
Si bien el carácter natural, a la
vez que primogénito y socialmente identificador de clases (rurales y pobres),
del rancho le permitió volverse en la teoría arquitectónica nacional, a partir
de los años 1980, también bajo el impulso cubano paralelo, no es, en su
esencia, patrimonial ni siquiera se puede conservar, ya que es una expresión
efímera de construcción en un período dado. Puede tener cierto valor
arqueológico, sin más.
Sin embargo, se ha desarrollado todo
un discurso alrededor de él como fuente de la llamada arquitectura genuina del
pueblo, concepto ambiguo en el sentido de que si bien las construcciones, más
aún antiguas, no fueron hechas siempre por arquitectos, es una convención
relativamente aceptada que para que pase de simple construcción a obra
arquitectónica un edificio tiene que haber sido ideado con un estilo, lo más
comúnmente por un arquitecto, aunque no siempre sea el caso (como por ejemplo
en el Palacio del Facteur Cheval); por otra lado, a nivel histórico es muy
notable que, en la mayoría de los casos, sólo las obras encargadas por nobles,
ricos burgueses, instituciones, religiosas o civiles, y Estados son las que
pasaron a la posteridad, por la doble razón de su valor estético, y de su
perenidad en cuanto a materiales.
Los ejemplos mesoamericano y
nicaragüense son paradigmáticos de ello: no sólo Nicaragua no posee,
contrariamente a sus vecinos, sitios arqueológicos de grandes (ni pequeños)
conjuntos arquitectónicos como Tikal en Guatemala o Copán en Honduras, sino que
dichos conjuntos han sobrevividos porque sus materiales y técnicas de
construcción eran mucho más perennes que los empleados para la vivienda
popular. Hoy en día sigue ocurriendo así. Las haciendas o los edificios de los
más ricos son los que pueden pretender ser vistos y disfrutados por turistas y
pasar a la posteridad, como muestran bien los programas televisivos como Haciendas de México, y su efímera y más
escasa versión nacional Haciendas de
Nicaragua. Por otro lado, y de lo mismo, la Vieja y la Nueva Catedral de
Managua, la Concha Acústica, la rotonda de Alexis Argüello, etc., son, a nivel
nacional, megaproyectos con los que no pueden competir las casas del pueblo, de
rasgos muy esenciales, y utilidad y vida en el tiempo limitados, por sus mismos
materiales, diseño y organización urbana. Los megaproyectos contemplan asimismo
espacios mucho más amplios, como el Parque Luis Alfonso Velázquez Flores, el de
La Paz, o el de la Loma de Tiscapa, con sus respectivos monumentos (a Pedro
Joaquín Chamorro, a la Paz y a Sandino), la nueva rotonda dedicada a Hugo
Chávez rodeada sobre una gran longitud de árboles gigantescos de hierro, son
tantas demostraciones, a nivel nacional y capitalino, del poder administrativo
de cualquier gobierno o institución versus la mayoría de los individuos en la
sociedad. Es, por consiguiente, lógico que dichos monumentos, de mayor
extensión, de mejores materiales, tiendan a dilatar más.
Por ejemplo, tenemos todavía hoy
rasgos mucho más completos de los palacios sumerios y micénicos que de las
viviendas populares. La misma domus romana se conserva, cuando no la choza
primitiva del campesino antiguo.
3.b.b. El rancho como paradigma
arquitectónico y social reproduce el discurso dominante y eurocéntrico
Otra objección que se debe hacer a
la asunción del rancho como símbolo constructivo nacional es que,
paradójicamente, más que revelar una hechura propiamente nicaragüense, ya que
todas las sociedades primitivas conocen la forma básica de la choza primitiva
vitruviana, el rancho en su ideología asociada reproduce la dicotomía entre lo
civilizado y lo natural de la filosofía dieciochesca, como lo recuerdan
Isabelle Hyman y Marvin Trachtenberg, en su libro Arquitectura - De la prehistoria a la postmodernidad (Madrid, AKAL,
1986, 1990, "El mundo moderno",
pp. 500-501):
"En el clima intenso de racionalismo del
siglo XVIII, se intensificó el idealismo estructural grecogótico de Perrault.
El climax de lo que era un movimiento, más que una tendencia oculta, vino
alrededor de mediados de siglo en las formas complementarias de proyectos y
publicaciones arquitectónicas. El teórico más influyente fue el Abad
Marc-Antoine Laugier, cuyo manifiesto radical de racionalismo estructural,
"Essai sur l'architectura", apareció en 1753. Laugier fue mucho más
lejos que Perrault en su búsqueda de las fuentes relacionadas con la
arquitectura. Su modelo final no fue ni el marco gótico ni los órdenes griegos;
derivaba de una idea histórica inventada por Vitrubio: la idea de la primera
arquitectura como una choza primitiva, una estructura adintelada rudimentaria
de no más de cuatro árboles, sirviendo como elementos verticales, que sostienen
una superestructura abierta de dinteles y un techo inclinado de troncos y
ramas. Lo que Vitrubio y sus sucesores renacentistas habían visto como
principios embriónicos de la arquitectura, Laugier lo puso ahora como un ideal
absoluto. Su imagen de la choza primitiva era tan compulsiva como la "tabula
rasa" de Locke o el salvaje noble de Rousseau.
Hubo otro escritor que fue
incluso más lejos. El fraile veneciano Carlo Lodoli prescindió totalmente de
los modelos "históricos", alegando que la arquitectura debería
derivar completamente de la naturaleza de sus materiales y de las leyes de lo
estático. Para él, toda la arquitectura del Renacimiento y de Roma era falsa,
ya que estaba basada en los "deshonestos" órdenes griegos, que habían
empleado erróneamente en piedra las formas desarrolladas originalmente para la
construcción en madera. La única arquitectura de mampostería fiel a la
naturaleza de sus materiales, mantenía Lodoli, era la de Egipto - y la de
Stonehenge."
3.b.c. El rancho no es un modelo
propio
Lo evocamos, el otro punto de
desaveniencia en volver el rancho como modelo propio es que, precisamente, es
sin duda el primer modelo de arquitectura internacional genuina.
Lo expresa muy bien Juan A.
Calatrava Escobar en su artículo "Arquitectura
y naturaleza. El mito de la cabaña primitiva en la teoría arquitectónica de la
Ilustración" (Gazeta de
Antropología, 1991, 8,)
"Y es precisamente en Vitruvio donde
encontrará apoyatura teórica la tesis que nos ocupará en el presente texto: la
hipótesis de una «cabaña primitiva» en la que se encontrarían plasmadas las
«reglas naturales» de la arquitectura, auténtico edificio primigenio que
vendría a demostrar (en opinión de sus valedores) la íntima conexión entre la
Arquitectura y la Naturaleza, entendiendo que la primera no podía sino seguir
las reglas marcadas por la segunda. Por supuesto, la idea del «edificio
primigenio» tampoco es original ni privativa de Vitruvio, sino que, como muy
bien ha demostrado Rykwert, se encuentra presente de modo ancestral en la mayor
parte de las culturas históricas. Del mismo modo, un análisis profundo de la
teoría vitruviana nos revela que el argumento antropomórfico (los órdenes como
expresión de las proporciones del cuerpo humano) es en ella mucho más esencial
que la comparación columnas-árboles. Este es un hecho que ha sido destacado,
por ejemplo, por Wolfgang Hermann cuando afirma que existe una auténtica
operación de transformación de la teoría vitruviana por parte de la
tratadística clasicista y aclara, entre otras cosas, que «en ningún momento
Vitruvio llama a la cabaña el 'modelo para la edificación' como dice Kaufmann».
Todo ello no obsta, sin embargo, para que fuese el relato vitruviano, en el
contexto de la defensa de una idea la arquitectura entendida como arte de la
imitación, el que constituyese la base de los teóricos que entre el siglo XV y
el XVIII se declararon partidarios de la operatividad de este mito. Del mismo
modo que no se puede desconocer el hecho de que el eclipse del vitruvianismo en
el marco de un cuestionamiento general de la validez del legado grecorromano y
las críticas a la teoría de la cabaña coincidan en el momento de la revisión
crítica de los principios de la arquitectura en la segunda mitad del siglo
XVIII.
La mítica historia de la
invención de esta cabaña primitiva, tal y como sería asumida por toda la
tradición de la tratadística arquitectónica occidental a partir del
Renacimiento, aparece relatada, en efecto, en el capítulo primero del Libro II
del De Architectura de
Vitruvio. Plantea allí el ingeniero romano, como punto de partida para el
origen de la sociedad humana y de los progresos con ella asociados, tales como
el lenguaje y la propia arquitectura, la hipótesis de un incendio primero que
haría a los hombres conocer, al mismo tiempo que el miedo ante la fuerza de la
naturaleza, las ventajas del fuego, convertido así en un auténtico motor
social:
«Por tanto, con ocasión del fuego
surgieron entre los hombres las reuniones, las asambleas y la vida en común,
que cada vez se fueron viendo más concurridas en un mismo lugar; y como, a
diferencia de los demás animales, los hombres han recibido de la Naturaleza
primeramente el privilegio de andar erguidos y no inclinados hacia la tierra; y
secundariamente la aptitud de hacer con gran facilidad con sus manos y los
órganos de su cuerpo todo cuanto se proponen, comenzaron unos a procurarse
techados utilizando ramas y otros a cavar grutas bajo los montes, y algunos a
hacer, imitando los nidos de las golondrinas con barro y ramas, recintos donde
poder guarecerse. Luego, otros, observando los techos de sus vecinos y
añadiéndoles ideas nuevas, fueron de día en día mejorando los tipos de sus
chozas. Y como los hombres son por naturaleza imitadores y dóciles, haciendo
alarde cada día de sus nuevas invenciones, se mostraban unos a otros las
mejoras de sus edificaciones, y ejercitando así su ingenio fueron de grado en
grado mejorando sus gustos. Al principio plantaron horcones, y entrelazándolos
con ramas levantaron paredes que cubrieron con barro; otros edificaron, con
terrones y céspedes secos, sobre los que colocaron maderos cruzados, cubriendo
todo ello con cañas y ramas secas para resguardarse de las lluvias y del calor;
pero para que semejantes techumbres pudieran resistir las lluvias invernales,
las remataban en punta y las cubrían con barro para que, merced a los techos
inclinados, resbalase el agua».
Esta hipótesis es, para Vitruvio,
verosímil porque sostiene la confrontación con lo que ocurre en «primitivos»
contemporáneos suyos. Así, la noticia de las chozas de Galia, Hispania,
Lusitania y Aquitania, y, sobre todo, la descripción minuciosa de las
edificaciones de la Cólquida y de Frigia, le permite mantener la verosimilitud
de este origen del arte de construir."
4. Las raíces de lo patrimonial
4.a. Lo patrimonial como
posicionamiento ideológico
Por ende, el concepto de
patrimonialidad, por así decir, lo vemos, radica menos en hechos significativos
que en representaciones sociales acerca de lo que es o debería ser lo
patrimonial.
Por una parte, como lo muestra
excelentemente Erwin Panofsky respecto de Vasari y los renacentistas en su
oposición ante el anterior gótico denominado por ellos, y hacia esta herencia
real con la que tenían sin embargo, a pesar de su rechazo, que lidiar, el
pensar el patrimonio, como dijimos, es posicionarse históricamante ante él,
aceptándolo o rechazándolo.
Es así que, por ejemplo, muchos
edificios, en particular las iglesias y catedrales románicas y góticas europeas
y francesas, se ven rodeados de edificios decimonónicos y hasta de la primera
mitad del siglo XX, porque fue tardíamente que Malraux en Francia, como
Ministro de Cultura, prohibió la construcción de nuevos edificios dentro de
cierto radio de cercanía con los monumentos históricos. Lo que comprueba que,
para pensar lo patrimonial, hay primero que concientizarse de su existencia, es
decir, de nuevo, posicionarse respecto de él.
4.b. Lo patrimonial y su ausencia
de interés institucional en nuestro país
Por otra parte, la casi total
ausencia, si no es con fondos externos, y por ende muy esporádicamente, de los
procesos de conservación y restauración en nuestro país, que provocan la
pérdida paulatina de todo el material arquitectónico y patrimonial en general
(en artes, literatura, música, etc.), por falta de preservación, reproducción,
contensión y difusión, muestra que el descuido o la falta de valoración es,
como la guerra (lo que se vio en la Segunda Guerra Mundial, cuyos bombardeos
por ambos lados provocaron la pérdida, intencionalmente programada, de buena
parte de los bienes patrimoniales de cada bando), un posicionamiento,
desgraciadamente, posible, y más común de lo que pensamos.
Posicionarse es también rehuzarse a
cuidar.
De ahí que, insistimos, el mismo
valor, o, si se quiere, en términos más filosóficos y morales, la axiología que
cada sociedad da o no, es decir, decide otorgar a sus bienes patrimoniales es
la que promoverá o no el énfasis en tal tipología o en otra. El caso nacional
de los museos, inexistentes, no hay pinacotecas ni museos de escultura, pero sí
museos populares, más que todo referidos a los mártires de la guerra contra el
somocismo y posterior. El énfasis nuestro, podría decirse, hasta la fecha ha
sido, entonces, hacia la memoria directa, el recordatorio, propio también de
una sociedad cristiana como lo muestra La
Leyenda dorada, del sufrimiento martirológico (se notará que los milagros
de estatuas sangrando contemporáneas se han dado más en América Latina) que
hacia la recopilación y preservación histórica de objetos. Por eso no hay en
Nicaragua mobiliario tradicional rescatada del paso del tiempo.
También esta debilidad en el aspecto
conservacional es la que apuntada Andrés Bello a inicios del siglo XIX (lo que
nosotros llamaríamos, reintroducido a nuestra sociedad nicaragüense
contemporánea el curioso complejo antológico, en el que se publican cada cuanto
antologías pero donde no hay nunca reedición de los grandes clásicos
nacionales, menos aún completas), y es también la crítica que hacía el
periodista Andrés Oppenheimer en su reciente libro ¡Basta de historias! La obsesión latinoamericana con el pasado y
las 12 claves del futuro (Barcelona, Random House Mondadori, 2011). Es
también la crítica que planteaba Mariano Fiallos Gil, siendo Rector, a la
ausencia científica del mundo hispánico versus los francófono, germánico,
anglosajón e itálico.
4.c. Lo patrimonial como ausencia
en Nicaragua
Por varias razones, pareciera que en
nuestro país lo patrimonial se define más como lo pasado ausente que como un
contenido-contenedor vivo.
Así, si en el mundo autores como
Apollinaire, García Lorca, Jack London o F. Scott Fitzgerald, son autores
considerados como muy contemporáneos, en Nicaragua Darío y los postmodernistas
parecen rescatados de las sombras de un antiguo pasados. Cien años, que no son
nada en el mundo, parecen aquí una larga duración.
Es bien cierto que esta mentalidad
de abandono y tabula rasa es muy
americana, y propiciada por la influencia norteamericana, que es una sociedad
que no le presta demasiado atención a lo construido, viéndolo sólo desde su
necesidad inmediata, y otorgándole una vida útil muy limitada en el tiempo.
Es también cierto que las guerras y
desastres naturales que sufrió Nicaragua a lo largo de su historia han
predeterminado cierto desapego institucional y social hacia el patrimonio,
tanto en sí como en los lugares de conservación que de él se podría tener.
Parece que todo es predeterminado a desaparecer.
El ejemplo máximo de ello es sin duda Leon
viejo, que, aunque reconocido como Patrimonio de la Humanidad, no es sino un
relativamente amplio trazado urbano, sin edificio visible. Los procesos de
conservación son por ende mínimos los que se necesitan para cuidar de estos
cimientos y rastros, que no dicen mucho salvo a expertos arqueólogos.
5. Lo patrimonial como espacio
pensado superpuesto al espacio real
El concepto de patrimonial es,
entonces, que se deseche, se interese en él, se considere como valioso o no, se
destruya por razones ideológicas o religiosas, o se proteja por razones
científicas o patrióticas, se distingue del espacio real que es en ello que es
la imagen de lo que de él tenemos, ya no el espacio físico en sí.
Esta dicotomía entre la realidad,
básica, innecesaria, y el pensamiento, ideologizado, racionalizado, sobre un
objeto que no tiene valor mientras una sociedad no se lo impone (razón por la
cuál, por falta de haber definido claramente cuáles son los rasgos y valores
patrimoniales nuestros, no hay procesos sistematizados, y a menudo ni
empezados, de preservación, conservación y restauración, ni administrativos ni
biológicos, de las obras nacionales), es la que provoca la idea del presente
trabajo de que lo patrimonial es lo que la sociedad entiende por patrimonio.
Y su definición misma, como vimos al
inicio con la cita del responsable de la UNESCO, vuelve siempre y parte de lo
cultural.
5.a. Estético, histórico, urbano
En primer lugar, hay que distinguir
los niveles de lo patrimonial.
Podemos decir, sin dificultad, que
en lo que concierne a lo arquitectónico y lo urbano, se subdivide en tres
grupos:
a) Estéticos: lo que tiene que ver
con los estilos y su evolución, siendo o volviéndose patrimonial todo edificio
que, o bien, contiene en él características muy propias de un lugar y/o una
época, o bien que corta tajantemente con éstos.
b) Históricos: son los rasgos que,
sin tocar a lo estético, tienen que ver con algún evento sobresaliente de la
historia nacional o local que albergó el edificio, o el conjunto, o bien con
que en algún momento un personaje famoso se alojó en él.
c) Urbanos: es la importancia que se
le da a un lugar por ser sede de alguna institución representativa a nivel
urbano (alcaldía, ayuntamiento, hospital, iglesia o catedral,...).
Estos rasgos no son opuestos ni
contradictorios, y pueden a menudo intercruzarse y combinarse.
5.b. Lo ritual
Parte lo patrimonial, por ejemplo, a
nivel urbano, de los rituales y las manifestaciones que lo contienen, como en
el caso muy estudiado desde todos los ángulos de las fiestas agostinas de Santo
Domingo en Managua, pero también de todas las procesiones religiosas y rituales
del país de las celebraciones de Masaya (torovenado, ahuizotes,...) a los Topes
caraceños.
5.c. La memoria
Es también lo que se define no tanto
por las características estilísticos del lugar, sino por la memoria que trae en
la historia nacional, como San Jacinto o el Castillo de la Inmaculada
Concepción, con las gestas respectvas de Andrés Castro y Rafaela Herrera en
ellos.
5.d. Estructura y recorrido
Son las estructuras y recorridos
específicos, los trazados urbanos, a los que remiten las obras, desde À la recherche du temps perdu de Proust
con su conocido inicio, hasta las novelas African
Psycho de Alain Mabanckou (2007), que describe la congoleña capital de
Brazzaville, muy similar a la Managua nuestra en su aspecto desconstruido y
paupérrimo. Son los escritos y las novelas que describen el ámbito nacional,
del Gran Lago de Granada de PAC al Río San Juan de Fernando Silva, de la Managua Salsa City de Franz Galish a Un Sol sobre Managua de Erick Aguirre, o
bien los cuentos de los pinoleros de Calero Orozco a los managüenses de Juan
Aburto.
Esta misma expresión mental de lo
propio, simbólica, es la que vimos a través de la insistencia ideologizada
sobre el rancho.
5.e. Nomenclatura
Lo patrimonial son también las
actitudes sociales hacia éste, además de la apropiación social del territorio
que crea, precisamente, lo patrimonial como fenómeno.
Es decir, mientras los rituales y
las representaciones, los eventos históricos y las cualidades estéticas,
vuelven patrimoniales los lugares, éstos provocan relaciones con los habitantes,
de cercañía, extrañeza, complicidad, etc., que, desde Proust y sus recuerdos de
Combray, a Barbara en su reencuentro tardío con los lugares de "Mon Enfance" en la canción de 1974
de mismo nombre, o al recorrido simbólico que nos ofrece Aguirre de la Managua
post-terremoto en su novela, sentimentalizan nuestra relación, como personas y
como sociedad, con los lugares.
Estas actividades vivenciales, que,
según Marc Augé, oponen los lugares de vida a lo que él llama los no lugares de turismo, y que son las
que, para Tschumi en sus Manatthan
Transcripts (1981), crean el rostro y provocan o reinciden en el trazado
urbano, tienen el peso de todo lo que envolucramos hacia los lugares como
espacios de vida, valga la redundancia.
Así, nuestra primera forma de
relacionarnos es nombrando y etiquetando las referencias urbanas, por códigos,
de ciudades, departamentos y regiones, lo que no hay en Nicaragua desde la
administración postal, numerotando calles y casas, lo que no existe o muy poco
(salvo en raras ocasiones como en ciertas casas de las etapas de Bello
Horizonte) en la Nueva Managua, o, como se hace a nivel nacional, sustituyendo
dichas herramientas por referencias a objetos como árboles o farmacias, locales
comerciales, existiendo o que han dejado de existir (como la Vicky).
En otro lugar, las calles, con
nombres de personajes célebres, guiarían el recorrido en la ciuad, a menudo con
ayuda de mapas, por lo menos en lo que concierne a las capitales, mientras en
nuestra Managua, ésta carece de otro recurso que las delimitaciones del bouche à oreille, que son los puntos
cardenales, referidos en realidad al lago como punto focal, y los lugares
concretos, o desaparecidos, entonces en todos casos denotados y connotativos,
de experiencias y conocimientos visuales del espacio citadino.
De hecho, la mayoría de los
edificios que pudieran ser parte de nuestro patrimonio referido como nación y
capital han desaparecido con el terremoto, así como el trazado original de la
ciudad, por lo que quedan sólo como recuerdo y un juego estudiantil y docente
recurrente en las Facultades de Arquitectura nacionales es el reubicar en mapas
y mediante fotos los edificios desaparecidos y los que quedaron en pie después
del último terremoto de 1972.
6. Conclusión
Terminando esta exposición, nos
parece haber demostrado que todo posicionamiento sobre lo patrimonial implica
una ideología ética, urbana, histórica, es decir, una valoración por parte del
sujeto (individual y social o colectivo) que pretende considerar este
particular problema.
Por lo que defender el patrimonio
sin entender que es una idea, por ende, que, siendo una reconstrucción cultural
superpuesta a las realidades materiales a las cuáles se apoda como
patrimoniales, es negarle al patrimonio la suficiente y necesaria seriedad de
atención que se merece.
Más generalmente, no reconocer como
punto de partida que el origen de lo patrimonial es ideológico, es desconocer
un rasgo fundamental de lo arquitectónico y urbano: que es, a su vez, cultural.
Todo edificio, religioso o civil, público e institucional o privado, siempre es
la expresión formal mediante la cuál un Estado, un poder, una institución, un
grupo, una empresa, una familia o un individuo se representa a sí mismo.
Por lo que la preservación de dicha
representación no puede ser sino histórica, envolucrada con los rasgos y
fundamentos ideológicos, culturales, estéticos que la predeterminan.
No hay cultura, por ende, no hay
patrimonio, sin idea, primero, de valores que trascienden el orden meramente
constructivo por parte del creador, segundo de aceptación de estos valores como
herencia valiosa de sistema de valores reveladores de la mentalidad de un lugar
en un momento dado por parte, lo vimos con el ejemplo paradójico de
Viollet-le-Duc, de los que pretenden conservar y/o restaurarlo.
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